En el corazón de València, Lara comparte su desgarradora historia, una que refleja la dura realidad de muchas mujeres atrapadas en la red de la prostitución. A sus 39 años, ha pasado 15 de ellos vendiendo su cuerpo, una experiencia que ha marcado su vida de manera irreversible. Desde su llegada a España a los 24 años, Lara ha enfrentado condiciones inhumanas, viviendo en habitaciones insalubres con otras mujeres, muchas de las cuales han sucumbido a la adicción y la desesperación. Su relato es un testimonio de la esclavitud moderna que afecta a miles de personas, especialmente a mujeres trans como ella.
**Las Trampas de la Trata de Personas**
Lara llegó a España después de contraer una deuda de 12.000 euros con una proxeneta que la trajo desde Brasil. Esta deuda, que se convierte en una cadena perpetua, es una de las principales herramientas de control que utilizan las redes de trata. «Todas sabemos a lo que venimos», dice Lara, refiriéndose a la realidad que enfrentan muchas mujeres trans que, a diferencia de otras, son conscientes de que su destino está ligado a la prostitución. La esperanza de vida de una persona trans en Brasil es alarmantemente baja, y muchas optan por migrar a España con la ilusión de encontrar un entorno más seguro, aunque a menudo caen en las mismas trampas.
Las redes de trata son sofisticadas y utilizan métodos engañosos para atraer a sus víctimas. Lara explica que, para obtener un visado, se requiere una reserva de hotel, un vuelo de ida y vuelta, y un saldo bancario de al menos 1.200 euros. Sin embargo, estas reservas son falsas y, una vez que las mujeres llegan a España, se les exige que devuelvan el dinero inmediatamente. Este es el primer paso hacia la esclavitud, ya que muchas terminan atrapadas en un ciclo de deudas que nunca logran saldar.
**La Vida en el Infierno de la Prostitución**
La vida de Lara en los prostíbulos ha sido una lucha constante por la supervivencia. Describe cómo, en las habitaciones donde viven, las condiciones son deplorables: «Habitaciones increíbles y muy bien cuidadas para los clientes, y zulos sucios sin ventanas para las mujeres». Esta dualidad refleja la deshumanización que sufren las trabajadoras sexuales, quienes son tratadas como mercancía en lugar de seres humanos.
El sistema de pago es igualmente brutal. Lara revela que, si no trabaja, no recibe pago alguno, y el dinero se divide 50/50 entre ella y el proxeneta. Esto significa que, incluso en los momentos de enfermedad o debilidad, las mujeres deben seguir trabajando para satisfacer las exigencias de sus captores. La adicción a las drogas es común en este entorno, lo que agrava aún más las condiciones de vida. Las habitaciones, a menudo abarrotadas, se convierten en espacios insalubres donde la salud mental y física de las mujeres se deteriora rápidamente.
Lara también ha sido testigo de la muerte de muchas de sus compañeras. La cremación de una mujer fallecida puede costar 2.000 euros, una suma que muchas no pueden pagar. En su desesperación, las trabajadoras sexuales a menudo se agrupan para contribuir con pequeñas cantidades, asegurando al menos un descanso digno para quienes han perdido la vida en este cruel sistema.
A pesar de haber denunciado a sus proxenetas en varias ocasiones, Lara lamenta que nunca ha visto justicia. «No conozco a ningún proxeneta que haya entrado en la cárcel», dice con resignación. Esta impunidad es una de las razones por las que la prostitución sigue siendo un problema persistente en la sociedad. La falta de protección legal y el estigma social que enfrentan las trabajadoras sexuales dificultan aún más su situación.
La ministra de Igualdad, Ana Redondo, ha anunciado su intención de presentar una ley en el Congreso de los Diputados para abolir la prostitución en España. Sin embargo, el camino hacia la justicia y la protección de las mujeres en situaciones de explotación es largo y complicado. La historia de Lara es solo una de las muchas que ilustran la necesidad urgente de abordar este problema desde una perspectiva de derechos humanos y justicia social.
La lucha de Lara y de muchas otras mujeres trans en situaciones similares es un recordatorio de que la prostitución no es solo un problema individual, sino un fenómeno social que requiere atención y acción colectiva. Las historias de vida como la de Lara deben ser escuchadas y tomadas en cuenta en la búsqueda de soluciones efectivas que garanticen la dignidad y los derechos de todas las personas, independientemente de su género o situación migratoria.