Fuerteventura, la isla más antigua de España, se encuentra en el océano Atlántico, a menos de 100 kilómetros de la costa africana. Su ubicación estratégica ha sido un punto de paso para navegantes, exploradores y turistas de todo el mundo. A lo largo de su historia, ha sido testigo de asentamientos aborígenes, conquistas europeas y transformaciones sociales. El paisaje de esta isla no pasa desapercibido; lomas extensas, silencio prolongado y viento constante definen su carácter. Desde el aire, la geografía volcánica muestra su origen milenario, con formaciones rocosas que narran la historia de la isla a través de estratos y relieves. En ella, la vida humana y animal ha coexistido durante siglos en un equilibrio admirable.
La antigüedad de Fuerteventura
Fuerteventura es considerada la isla más antigua de España, habiéndose originado hace más de 22 millones de años como resultado de procesos volcánicos submarinos. Su formación fue un proceso lento y prolongado, con erupciones que dieron lugar a montañas, conos y llanuras. Esta antigüedad geológica la distingue de otras islas del archipiélago canario, cuyos orígenes son más recientes. Con una extensión de 1.659 km², Fuerteventura es la segunda isla más grande de Canarias. Su terreno, caracterizado por una erosión continua, ha ido moldeando un paisaje abierto y árido, con tonos rojizos y ocres. Aunque no presenta volcanes activos en la actualidad, su suelo es un testimonio visible de las transformaciones que marcaron su pasado.
En 2009, la Unesco declaró toda la isla como Reserva de la Biosfera, un reconocimiento basado en su biodiversidad y en la singularidad de sus ecosistemas, que incluyen zonas áridas, áreas costeras y hábitats volcánicos únicos en Europa. Este estatus resalta la importancia de Fuerteventura no solo como un destino turístico, sino también como un lugar de conservación ambiental.
Los antiguos habitantes de Fuerteventura
Antes de la llegada de los europeos, Fuerteventura estuvo habitada por los maxos o majoreros, un pueblo de origen bereber que se estableció en la isla hacia el primer milenio a.C. Su sociedad se organizaba en tribus y basaba su economía principalmente en la ganadería caprina, complementada con pesca, recolección vegetal y marisqueo. El territorio se dividía en dos reinos: Maxorata, en el norte, y Jandía, en el sur. Una muralla en el istmo de La Pared marcaba la frontera entre ambos reinos. Esta división dio lugar al antiguo nombre de la isla, ‘Erbania’, que hace referencia precisamente a esa muralla.
Con la llegada de las potencias europeas, el control de la isla fue objeto de disputas entre mallorquines, portugueses y castellanos. En 1404, los normandos Jean de Bethencourt y Gadifer de la Salle lideraron la conquista castellana, fundando Betancuria, el primer asentamiento europeo permanente, que más tarde se convirtió en la capital administrativa y religiosa de la isla.
La curiosa población caprina
Uno de los rasgos más curiosos de Fuerteventura es su elevada población de cabras. Se estima que hay más cabras que habitantes en la isla. En 2024, la población humana era de aproximadamente 128.700 personas, mientras que el número de cabras supera esta cifra. La cabra majorera es una raza autóctona adaptada al clima árido, y ha sido esencial en la economía local durante siglos, proporcionando leche, carne y piel. De su leche se elabora el queso majorero, uno de los tres quesos canarios con denominación de origen, reconocido por su sabor característico y su proceso artesanal.
La presencia de cabras es tan visible que forman parte del paisaje cotidiano. Se pueden observar en laderas, caminos rurales y zonas semiáridas. Su papel económico y cultural sigue vigente, no solo en la producción alimentaria, sino también en festividades y tradiciones populares que celebran la relación entre los majoreros y sus cabras.
Actividades y atractivos en Fuerteventura
Aunque muchos asocian la isla con turismo de playa, Fuerteventura ofrece un amplio abanico de espacios naturales y patrimoniales. Corralejo, en el norte, es conocido por sus impresionantes dunas y aguas tranquilas, ideales para practicar deportes acuáticos como el surf y el windsurf. Betancuria, en el interior, conserva restos históricos y edificaciones que narran el pasado colonial de la isla. Cofete, en el sur, destaca por sus paisajes aislados y su costa sin urbanizar, perfecta para quienes buscan tranquilidad y contacto con la naturaleza.
En el interior se encuentra el Parque Rural de Betancuria, un espacio protegido que alberga relieves erosionados que recuerdan paisajes desérticos. Este parque también destaca por los grabados rupestres de origen aborigen, como podomorfos y espirales, que han sido descubiertos en zonas arqueológicas, ofreciendo un vistazo al pasado de los antiguos habitantes de la isla.
La gastronomía local es otro de los atractivos de Fuerteventura. Los platos más representativos giran en torno a productos sencillos y tradicionales. Entre ellos se encuentran el estofado de cabra, el queso majorero frito, las papas arrugadas con mojo y pescados secos como los pejines. Estos elementos forman parte de la identidad cultural majorera, que se celebra a través de fiestas patronales y romerías que tienen lugar durante todo el año.
Fuerteventura, con su rica historia, su biodiversidad y su cultura única, se presenta como un destino fascinante que va más allá de sus playas. La combinación de su antigüedad geológica, su población caprina y su patrimonio cultural la convierten en un lugar digno de explorar y disfrutar.