La reciente actividad sísmica en el mar de Alborán ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de España ante los terremotos. El sismo de magnitud 5.3 que ocurrió el 14 de julio de 2025, a solo 30 km de la costa almeriense, ha despertado la preocupación sobre el riesgo sísmico en el sur y sureste del país. Este evento, que se sintió en 512 localidades de 11 provincias, alcanzó una intensidad máxima de IV en la escala EMS-98, lo que indica que fue ampliamente percibido y causó vibración de objetos. A pesar de la profundidad del sismo, que fue de solo 3 km, no se reportaron daños personales, lo que podría haber sido muy diferente si el epicentro se hubiera localizado en tierra, cerca de áreas pobladas.
La geología de la región es compleja, ya que está marcada por la convergencia de las placas tectónicas de Eurasia y África. Esta colisión genera un campo de esfuerzos que se libera a través de fallas activas, siendo las más relevantes la falla de Alhama de Murcia y la falla de Carboneras. Históricamente, el sur y sureste de España han sido escenario de terremotos devastadores, como el de Torrevieja en 1829, que dejó alrededor de 300 víctimas mortales, y el de Arenas del Rey en 1884, que causó cerca de 900 fallecidos. Desde entonces, la región ha experimentado un periodo de relativa calma sísmica, lo que ha llevado a una disminución en la conciencia pública sobre el riesgo sísmico.
La sismología nos enseña que «donde ha temblado, temblará». Aunque los terremotos en esta región son menos frecuentes que en otras áreas sísmicamente activas, como California, la capacidad de generar sismos de magnitud moderada a alta sigue presente. Se estima que los grandes terremotos históricos han alcanzado magnitudes de entre 6.5 y 7.0, lo que implica que un sismo de magnitud 7 liberaría casi 900 veces más energía que el reciente evento de Lorca. La ausencia de grandes sismos en el siglo XX y la baja intensidad del terremoto de Lorca en el XXI han contribuido a una falsa sensación de seguridad, pero esto podría cambiar rápidamente.
La situación actual se puede describir como un «tiempo de descuento». Las fallas tectónicas en el sur y sureste de España están acumulando una carga tectónica que, en algún momento, deberá liberarse. La falta de actividad sísmica significativa en las últimas décadas no significa que el riesgo haya desaparecido; por el contrario, podría estar aumentando. La comunidad científica advierte que es crucial actuar antes de que ocurra un desastre, ya que un terremoto de magnitud 6.5 o 7 cerca de una zona densamente poblada podría tener consecuencias devastadoras.
Para mitigar el impacto de un posible terremoto, es fundamental implementar medidas preventivas. Esto incluye la elaboración de planes de emergencia a nivel municipal que garanticen una respuesta eficaz en las primeras horas tras un sismo. La educación de la población sobre cómo actuar durante un terremoto es igualmente importante. Además, se deben reforzar las estructuras vulnerables y diseñar edificaciones con criterios de sismorresistencia. La experiencia de otros desastres naturales, como la DANA de 2024 en Valencia, demuestra que la preparación puede marcar la diferencia entre una tragedia y una respuesta efectiva.
El mensaje es claro: no se debe esperar a que ocurra el desastre para actuar. La naturaleza de los terremotos es inevitable, pero las catástrofes que pueden derivarse de ellos no lo son. La comunidad debe estar alerta y preparada para afrontar el riesgo sísmico que representa el sur y sureste de España. La historia nos ha enseñado que la falta de acción puede tener consecuencias fatales, y es responsabilidad de todos trabajar en la prevención y la educación para minimizar el impacto de futuros sismos.