Las teorías conspirativas han encontrado un terreno fértil en la figura de Brigitte Macron, la primera dama de Francia. Desde que se popularizó la idea de que Brigitte no es quien dice ser, un grupo de entusiastas, conocidos como «brigitólogos», ha proliferado en redes sociales, alimentando un relato que ha capturado la atención de muchos. Este fenómeno no solo revela la fragilidad de la verdad en la era digital, sino también cómo las narrativas pueden ser manipuladas para desestabilizar figuras públicas y, por extensión, democracias enteras.
La historia de Brigitte Macron comenzó a tomar un giro inesperado en 2021, cuando Natacha Rey, una joven que se autodenomina periodista autodidacta, lanzó la teoría de que Brigitte no nació mujer, sino que es su hermano Jean-Michel Trogneux, quien habría cambiado de sexo en los años 80. Esta afirmación, que carece de fundamento y evidencia, se basó en una serie de comparaciones de fotografías y especulaciones sin ningún respaldo científico. A pesar de su falta de credibilidad, la historia se propagó rápidamente, impulsada por la viralidad de las redes sociales.
El impacto de esta narrativa ha sido significativo. Rey, en su búsqueda por validar su teoría, intentó acceder al acta de nacimiento de Brigitte y consultó a expertos en dermatología y cirugía plástica, aunque sin éxito. Sin embargo, su relato fue suficiente para sembrar la duda en la mente de muchos, y las redes sociales se convirtieron en el vehículo perfecto para la difusión de estas ideas. La historia se transformó con el tiempo, dando lugar a nuevas teorías aún más absurdas, como la de que Brigitte sería en realidad el padre de Emmanuel Macron.
Este fenómeno ha sido documentado por la periodista Emmanuelle Anizon en su libro ‘L’Affaire Madame’, donde explora las diversas teorías que han surgido en torno a la figura de Brigitte. Anizon señala que los seguidores de estas teorías no son un grupo homogéneo; hay personas de diferentes orígenes y profesiones que se sienten atraídas por estas narrativas, lo que demuestra que el interés por las conspiraciones no se limita a un perfil político específico. La autora destaca que la creación de estas historias comienza con una suposición inocente, que se alimenta de mentiras y silencios, y que rápidamente se transforma en una red de teorías cada vez más complejas.
La difusión de estas teorías ha tenido consecuencias legales. En septiembre de 2024, tanto Natacha Rey como Amandine Roy, la médium que participó en la difusión inicial de la historia, fueron condenadas por difamación. Tras la sentencia, Rey solicitó asilo político en Rusia, alegando una persecución judicial. Este giro de los acontecimientos ilustra cómo las teorías conspirativas pueden tener repercusiones en la vida real, afectando no solo a las figuras públicas, sino también a quienes las propagan.
Por otro lado, la figura de Xavier Poussard, un autodenominado periodista de investigación, ha añadido otra capa a esta narrativa. Poussard ha publicado un libro titulado ‘Convertirse en Brigitte’, donde repite muchas de las afirmaciones de Rey, pero también va más allá al lanzar acusaciones infundadas de pedofilia e incesto contra la pareja Macron. Su trabajo ha atraído la atención de figuras influyentes en el ámbito de las redes sociales, como la influencer estadounidense Candace Owens, quien ha utilizado su plataforma para difundir aún más estas teorías.
Owens, conocida por sus posturas extremas y su interés en teorías de conspiración, ha lanzado una serie documental titulada ‘Becoming Brigitte’, donde analiza aspectos triviales de la vida de Brigitte Macron, sugiriendo que hay algo que ocultar. Este tipo de contenido ha encontrado un público receptivo, con miles de reproducciones y comentarios que apoyan estas ideas infundadas. La viralidad de estas narrativas ha sido alimentada por un ejército de cuentas falsas en redes sociales, que han sido identificadas como parte de una operación para desestabilizar la imagen de Macron y su esposa.
La situación se ha intensificado con la aparición de nuevos episodios mediáticos, como la supuesta «bofetada» que Brigitte habría propinado a Emmanuel durante un viaje a Vietnam. Este incidente fue rápidamente utilizado por medios rusos para alimentar la narrativa de desinformación, lo que llevó a Macron a señalar a los «rusos» y a los «extremistas en Francia» como los responsables de la difusión de información falsa. Este tipo de manipulación mediática pone de manifiesto cómo las teorías conspirativas pueden ser utilizadas como herramientas de ataque político, afectando no solo a las figuras implicadas, sino también a la percepción pública y la confianza en las instituciones.
El fenómeno de las teorías conspirativas en torno a Brigitte Macron es un claro ejemplo de cómo la desinformación puede propagarse en la era digital. La combinación de redes sociales, figuras influyentes y un público ávido de narrativas sensacionalistas ha creado un caldo de cultivo para la difusión de ideas erróneas y dañinas. En un mundo donde la verdad a menudo se diluye en la niebla de la desinformación, es crucial mantener un enfoque crítico y escéptico ante las afirmaciones que carecen de evidencia sólida.
