El caso de Galin Petrov ha conmocionado a la sociedad española, no solo por la brutalidad del crimen, sino también por las circunstancias que rodearon el asesinato de su pareja, Irina Dimitrova, y su hija, Mariya Galinova. Este trágico suceso ocurrió el 6 de noviembre de 2022 en su hogar en Móstoles, Madrid, y ha sido objeto de un juicio que ha puesto de manifiesto la complejidad de la violencia de género y la violencia vicaria.
### Un Crimen Desgarrador
Durante el juicio, Galin Petrov, de 41 años, justificó su acción con declaraciones perturbadoras, afirmando que su intención era «darles una vida mejor». Este tipo de justificación ha sido común en casos de violencia de género, donde el agresor intenta desviar la responsabilidad de sus actos hacia un supuesto deseo de proteger a sus víctimas. La Fiscalía ha solicitado 25 años de prisión por el asesinato de Irina y prisión permanente revisable por el de Mariya, quien solo tenía seis años al momento de su muerte.
El relato de los hechos es escalofriante. Galin describió el ataque a su pareja como «rápido, al corazón», asegurando que no quería hacerla sufrir. Sin embargo, las pruebas forenses revelaron que Irina había recibido 22 heridas y Mariya 17, en diversas partes de sus cuerpos. Tras cometer el crimen, Galin intentó quitarse la vida apuñalándose 17 veces, aunque no logró su objetivo. Cuando la policía llegó a la escena, lo encontraron en un estado de shock, cubierto de sangre y gritando que quería morir.
### Un Perfil de Control y Aislamiento
El juicio ha revelado que Galin Petrov tenía un comportamiento controlador hacia Irina. Amigos y familiares han testificado que él no permitía que ella asistiera al gimnasio y que mostraba un carácter celoso y posesivo. Este tipo de comportamiento es un indicador común en relaciones abusivas, donde el agresor busca mantener el control sobre la víctima, limitando su libertad y autonomía.
El padrastro de Irina, quien había sido director de la escuela de Galin en Bulgaria, describió al acusado como un hombre «muy callado» y «siempre enfadado». Esta falta de expresión emocional y la incapacidad de comunicar sus sentimientos son características que pueden estar asociadas a un perfil de agresor. Durante el juicio, Galin no mostró ninguna emoción al recordar los actos violentos que cometió, lo que ha llevado a muchos a cuestionar su estado mental en el momento de los crímenes.
A pesar de que la defensa argumentó que Galin sufría de un episodio depresivo y que su intención era un «suicidio colectivo», los psiquiatras que lo evaluaron en prisión contradijeron esta afirmación. Afirmaron que no había evidencia de trastornos psicóticos que pudieran haber influido en su comportamiento el día del crimen. Esto plantea interrogantes sobre la verdadera naturaleza de su estado mental y si realmente era consciente de la gravedad de sus acciones.
### La Violencia de Género y sus Implicaciones
El caso de Galin Petrov es un claro ejemplo de la violencia de género y la violencia vicaria, donde el agresor utiliza a los hijos como un medio para ejercer control sobre la pareja. La acusación ha subrayado que Galin actuó desde un sentimiento de poder y dominio, lo que es característico de muchos casos de violencia doméstica. La violencia vicaria se refiere a la utilización de los hijos como un arma para infligir daño a la pareja, y es un fenómeno que ha ido en aumento en los últimos años.
La Fiscalía y la acusación particular han rechazado la tesis del «suicidio ampliado» y han pedido la pena máxima, argumentando que este crimen no solo fue un acto de desesperación, sino un acto deliberado de violencia. La falta de intentos de suicidio posteriores por parte de Galin, así como su aparente falta de remordimiento, refuerzan la idea de que su acción fue premeditada y motivada por un deseo de control.
El juicio ha puesto de manifiesto la necesidad de una mayor concienciación sobre la violencia de género y la importancia de abordar estos casos con la seriedad que merecen. La sociedad debe reflexionar sobre cómo se pueden prevenir estos actos atroces y cómo se puede apoyar a las víctimas de la violencia doméstica. La historia de Irina y Mariya es un recordatorio doloroso de que la violencia de género no solo afecta a las mujeres, sino que también tiene consecuencias devastadoras para los niños y la familia en su conjunto.